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George Owen Wynne Apperley fue un pintor inglés que vivió durante muchos años en la ciudad de Granada. Aunque dicen que murió en Tanger en la década de los sesenta, hay quien lo pone en duda. Nosotros ahora sabemos que no fue así. Desde el fallecimiento de su padre cuando él tenía solo 6 años, la lucha contra la inevitabilidad de la muerte anidó en su corazón.

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Su padrastro no consideraba que fuera adecuado para un Apperley ser pintor. Era una profesión estéril; mejor que ingresara en el ejército, o que sintiese una vocación religiosa como deseaba su madre. La disciplina militar no le interesaba y el pensamiento mágico era una mentira hacia la pretendida inmortalidad. Su decisión de dedicarse a la pintura era firme y nadie iba a impedirlo.

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Se sintió atraído por la luz del Mediterráneo, la belleza al desnudo y el orientalismo, lo que le llevó hasta la ciudad de Granada donde adquirió gran prestigio artístico y la amistad con otros pintores y artistas locales. Se olvidó de su pasado, de su lugar de origen, sintiendo una enorme fascinación por las costumbres, los paisajes y el patrimonio granadino.

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Decidió trasladarse con su familia a Tanger, desde donde realizaba frecuentes viajes a Granada; aquí siempre conservó su vivienda y tal vez otros vínculos más profundos.

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¿Qué fue lo que embrujó su alma, a parte de su compañera la granadina Enriqueta Contreras? ¿Qué fue de aquella temprana búsqueda de un remedio para evitar lo inevitable?

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