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La fuente de los inmortales, símbolo de la eterna juventud y la longevidad, es una legendaria fuente que supuestamente cura y devuelve la juventud a quien quiera que beba de sus aguas o se bañe en ellas.

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La primera referencia conocida del mito de una fuente de la inmortalidad está en el tercer libro de las Historias de Heródoto (siglo IV a. C.). Allí comenta la entrevista entre el rey de Etiopía y los embajadores del rey persa Cambises II:

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Tomando de aquí ocasión los Ictiófagos de preguntarle también cuál era la comida y cuán larga la vida de los etíopes, respondióles el rey, que acerca de la vida, muchos entre ellos había que llegaban a los 120 años, no faltando algunos que alcanzaban a más; en cuanto al alimento, la carne cocida era su comida y la leche fresca su bebida ordinaria. Viendo entonces el rey cuánto admiraban los exploradores una vida de tan largos años, los condujo él mismo a ver una fuente muy singular, cuya agua pondrá al que se bañe en ella más empapado y reluciente que si se untara con el aceite más exquisito, y hará despedir de su húmedo cuerpo un olor de viola finísimo y delicado. Acerca de esta rara fuente referían después los enviados ser de agua tan ligera que nada sufría que sobrenadase en ella, ni madera de especie alguna, ni otra cosa más leve que la madera, pues lo mismo era echar algo en ella, fuese lo que fuese, que irse a fondo al momento. Y en verdad, si tal es el agua cual dicen, ¿no se pudiera conjeturar que el uso que de ella hacen para todos los etíopes, hará que gocen los Macrobios de tan larga vida?

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En el Evangelio de Juan se narra el episodio del estanque de Betesda, en Jerusalén, donde Jesús realiza el milagro de curar a un hombre lisiado. Sin embargo, aparte de la intervención de Jesús, el texto claramente indica que había previamente una creencia en las propiedades curativas de esas aguas, cuando un ángel, no identificado como de Dios, tocaba el agua e inducía a una práctica ritual de sumergirse en ellas; aunque solo el primero que llegaba al agua era sanado, y sólo ocurría de tiempo en tiempo.

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Las versiones orientales de las Novelas de Alejandro cuentan la historia del «agua de la vida», que buscaba Alejandro Magno en compañía de su siervo. El sirviente en esa historia procede de las leyendas de Oriente Medio de Al-Khidr, una saga que aparece también en el Corán. Las versiones árabe y aljamiada de las Novelas de Alejandro fueron muy populares en España durante y después de la época musulmana y habrían sido conocidas por los exploradores que viajaron hacia América.

También se mencionaba la fuente de la juventud en el Libro de las maravillas del mundo de Juan de Mandeville y en las obras sobre el Preste Juan.

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Hay también incontables fuentes indirectas de la leyenda. La inmortalidad como don aparece con frecuencia en las leyendas e historias de objetos, como la piedra filosofal, la panacea universal y el elixir de la vida, que son comunes por toda Eurasia y en otras regiones.

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Es en la ciudad de Granada, debido a su riqueza hídrica, herencia árabe de su paso por la península, donde se cree (nosotros sabemos que es así) se ubica la última gran fuente de la inmortalidad, escondida a salvo de personas no merecedoras de tal don.

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La fuente de la inmortalidad perdura como una metáfora de cualquier cosa que potencialmente incremente la longevidad. Se usa frecuentemente como recurso argumental en las historias de regresión temporal.

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Si habéis llegado hasta aquí es que estáis en el buen camino de ser agraciados, merecedores de tal recompensa. Seguid buscando. 

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